jueves, 15 de enero de 2015

Y después de la tormenta viene la calma,
y después del sueño el despertador,
y depués del amor el dolor
y despues de la a la b
y después de tantos momentos vividos solamente nos queda la tierra.

viernes, 11 de abril de 2014

Las fotos de los recuerdos
se apagan entre la niebla,
se alejan en la carretera,
pero nunca desaparecen.

Desde el mirador de los suspiros
todavía alcanzas a reconocer
aquellos olores, sudores, amores,
que una vez alojaste sobre tu piel.

No les temas, ni les asustes,
nunca se moverán del valle,
pero agazapados quizá un día
asalten tu cabaña y corten el aire.

Creerás que no puedes respirar, ni retorcerte, ni palpitar, ni pestañear. 
Es cierto.
Se ahogarán en ti.
Y tú no podrás soportar el peso de las postales.

lunes, 31 de marzo de 2014

Lentas sonrisas caen
y en aquellos nubarrones flotan,
después de morir en los barrotes.

De tu celda se escapan los sueños,
de infamia, dolor y odio;
eres mártir de las pesadillas,
de los abrazos mordazas y
de los besos mordiscos.

Mientras, el mar en calma refleja el palpitar de tu agonía.
Soñé que te ibas a casa,
las gotas de tu voz pesarosa
azotaban mi reloj.
No hay manera de aparcar en tu lecho frío
ni en un cine de verano
donde hay palomitas.
La atascada mirada de tu alma
entre los visillos de la ventana
amenazaba con romper el cristal.
Pero nada es peor que las hìpócritas ganas de vivir ente humos y colores.

                                                    

viernes, 28 de marzo de 2014

Lejanía perdida en ese palacio,
horizonte fugado de aquella cárcel,
llanura sembrada con roja sangre de almas.
Ahogada en un mar profundo de negros soles
te espero.
Olas de furor que se rebelan al atardecer.
Brisa de lágrimas perdidas en la arena,
sal de lirios benditos atados al coral.
En un tiempo sin retorno posible: yo,
por el viento deshojada,
vuelvo. Cuna de mi respiración.
_______

Escondía su terror tras
el visillo de su habitación.
Guardaba los honores de su existencia diaria.
Recelosa vigilaba las paredes que la ahogaban.
De impaciencia moría cuando la noche llegaba
y teñía de morado y vivos reflejos
los juguetes polvorientos y las grises paredes.
¿De qué color son sus cabellos?
No vivió.
_______

Volviose todo gris en un momento.
En las entrañas, argos péndulos giraban.
Cerrábanse las puertas y el olvido se perdía,
sólo cantos de sirena crujían en el salón
que golpeaba la lluvia con piel de seda.
Las caricias vestían, la niebla cegaba
camuflados de imágenes a los ladrones hialinos.

Los maduros recuerdos amontonaban espectros,
retratos con aroma y olor a leño;
a escondidas, la nítida emoción se hurtaba la miraba
y en cada tizón la forma cobra vida
y sentido en la llama de la sombra.

Y el tiempo que antaño perseguías,
yo lo encontré.
Entre los minutos escritos,
entre el dulce sabor de la vida
que duerme el cálido pesar el adiós.
Yo lo encontré,
perdido entre las brumas de la noche,
agazapado en el pico de un clavel.
Sí, lo encontré.
Acariciando cual manatial suave
la cristalina lámina del mar,
respirando al paso de las hojas, muriendo al cierre de la vida.

________

Su lánguida huida de fugitivo
por los angostos corredores
resquebrajó en pedazos el linóleo
de la blanca seda que lo cubría.
El cosquilleo de su ardiente quemazón
que serenaba la caduca estancia
se extinguió súbitamente ante mi
a las ocho horas y treinta y cinco minutos.
La congoja no brotó del océano
ni sobrevino con la cascada de
sueños, rodó por el suelo, ajado.
Y después,
la insignificancia asimétrica de la prórroga.

______

Puso su silla blanca a rayas estáticas doradas mate,
al rey no le ocurrió antes que fuera a juego con la mesa blanca.

Puso su silla roja a topos maderosos de esparto,
y no había mesa roja de adorno cuando gritó el espanto.

Una rata verde en su ombligo asomaba su bola de cera,
detrás de la melena.

Blancasillarojamesarataverde
¿dónde está?

Ha desaparecido con la rosa marchita,
el pájaro olvidado y la marea.
¿Volverá?

No sé,
no estaré aquí para verlo,
en mi silla azul con mi mesa rota.

_________

Lloró
porque no tenía gasolina y sólo comentó:
"¿Qué película hay en el cine?"
Sabía que te irías,
que desaparecerías sin escribir.
No hay preguntas,
no hay poesía,
no estoy yo, no.
El reloj se atrasa cada día un minuto.

_______

Llevaban en su caminar el fardo de la espera,
la vencida mugre con la que
el mundo imaginaban.
Tenían en sus venas la siesta,
el júbilo y la raza del asfalto,
aquella que no teme al mundo
aún cuando crepita en el instante.
Tenían la piel como el barro
pegada al cepo y al castigo;
entre los vanos y los muros de adobe,
la sinfonía, peregrina, infinita
donde los alientos tejen
con pinceles y un dolor amortiguado,
el bostezo temprano en los huesos del cerrojo.

Pero hoy sólo queda la calle,
invadida por los muebles y los despojos y los orines y
las bruñidas cúpulas de oro
y el cíclico girar del minutero
en el taxi, vacío.
"Ya no es como antes"
Hay orgullo, evaporada y absurda primavera
en la azotea
mientras el rastrojo alienta la caída del centeno.
Se preguntan,
en las tardes amargas del pálido estio,
cuando regresa el abismo.
_____

Y nos celamos avaros ante el antifaz,
cuando la armonía de aquellas pálidas columnas
nostálgicas en el horizonte que
todavía les conducen a caminos
tamizados de teseos y ateneas,
¿no será el calor el que retrasa la muerte?
¿el que inunca el antiguo sofoco, las venas y las musas?

El éxtasis del labrado recuerdo
languidece ante la nítida voz
del amor sideral que con rumor
candoroso
aún dormita al pie del Partenón.

_______

En el hondo silencio de mi calle la fábula calla.
Como un monólogo oscuro y dulce
donde el remordimiento ondula
en la llanura de tumbas sembradas.

Melancólica es la diosa entre los muros
cuando el jazmín se retrasa
y oscilante contempla helénica
el ciprés des Fried-hofes.

La noche cae honda en el manatial
sin el remordimiento ni el monólogo
mientras el jazmin y el otoño mueren
en la cicatriz de Ofelia.

_____

Larga es la historia y fiebre me da el retorno
calmado al coágulo de mi vida.
Pregunté por el ansia, la tormenta, la postura del agua
sobre el cinc oxidado,
pero el gozo del arpa espolotea prisionero
al tacto, sin pulso.

Acuchillo una respuesta,
una pócima harapienta,
busco mi mano en mi cuerpo,
mas el sinsensato aliento me humilla
y el orgullo se evapora peregrino.

En un mundo caído,
tejo la cintura náufraga en la nulidad
de la respuesta.

_______

Me falta el aire
me ahogo
no respiro

se acaba

una gota de sudor se asoma por un poro de mi frente
pero no es aire, es agua

intento atrapar todo el oxígeno de mi alrededor
pero no puedo

suspiro, bostezo, me estiro
pero no hay suficiente

los pulmones van a explotar
como un globo que no puede crecer más

me falta el aire
me ahogo

necesito volar pero no tengo alas
necesito correr pero las piernas pesan mucho
necesito saltar pero el suelo me atrapa
necesito chillar y no tengo aire

___________________

Tus manos recorren mi cuerpo buscando colarse por mi piel
y yo solo recuerdo
otras manos y otros besos y otros cuerpos
que me distraen entre las sombras de la noche.

Otros besos dulces húmedos carnosos
otros cuerpos suaves etéreos curvados
me estremecen doblegan duelen

Sigues aquí
yo estoy allí

Quisiera volver y estar en los dos sitios a la vez

Esos cuerpos y esos besos se fueron hace mucho,
sin despedirse, y se llevaron su olor, su voz;
solamente me queda una imagen borrosa
que pierdo cada vez que te encuentro.
Ojos pálidos que miran.
Pálidos ojos que no miran.
Azul, rojo y negro es el color de tu vestido.
Amistad, sexo, imbécil,
¿qué lado es el mejor?
Egocentrismo es mi monstruo mientras muere rápido.
Una gota de lluvia.
Una mirada lejana.
Un dolor eterno-
Ayer murieron todos.
A la virgen desposada
le siguió el mártir crucificado
y después nosotros, aquí.

De la tumba triangular
al papiro y las guerras.
Las palabras sabias en los blancos mármoles del Ágora murieron,
falta el aliento de la vida.

LLoviendo lágrimas de ensueño

En un rincón del paisaje,
habrá un zagal cantando en el paraíso entre muros, cuando
los párpados se ciñan con el violento jacinto de la noche
de tritones coronados en mármoles sin vida.  Y sin paredes.

Las gotas del invierno sobre el asfalto
son víboras del coral en la
alta madrugada, en el
vientre de la playa mientras
sajan el aire desnudo de la rosa temprana
cuando en el labio de besar la muerte
tengo pétalos manchados de alquitrán.

Entonces las ruinas del edificio
con el cálido manto transparente
romperán su voz amarga en la
noche de lamentos.

En las ascuas de cobre
con casta luz
vivo y muero en la decoración
con un batido de limón chorreando
sobre la mesa, interior.

martes, 4 de marzo de 2014

2 poemas

Tu olor se evapora,
desfallezco,
mil gusanos torturan
mis sentidos,
quemazón,
abro los ojos,
tu cara es mi cara.


******
 
Mientras el tiempo pasa
sus labios se resecan
sus manos se retuercen.
No pudo ser diferente
nadie la acompaña en sus minutos
porque a nadie permitió en sus horas.
 
Camina hacia la cascada de aguas gélidas
y con la mano roza su nombre.
La espuma se mezcla con ella
y en el crujir de la roca
desaparece.


domingo, 2 de marzo de 2014

Cuatro poemas

Tomó su mano
en el ruido
en el diluvio.

Besó su nombre
su recuerdo
su dolor.

Recogió los trozos,
los olores
las caricias.

Volvió sobre sus pasos y se marchó.

*****
 
 
 
En el camino, el aire se lleva, devuelve, arrastra, pisotea, adorna, camufla, entierra, resucita, alimenta, catapulta, riega, atropella
 
todas las miradas.
 
 
*****
 
Si fuera otoño
haría un bosque de hojas
regadas con los suspiros de otros,
un río que se llevara todos los días.
 
Si fuera invierno
haría un fuego que calentara
las sábanas que me desvelan,
un manto ardiente que dibujara
los labios de mi sexo.
 
Pero es primavera.


*****
 
¿Quién quiere soñar?
Aquellos que beben sueños pasados, presentes o ¿futuros?
De sueños dulces ¿dulces sueños?
de sueños calientes, mojados y solitarios.


sábado, 26 de marzo de 2011

¿Por qué Una hermana de Shakespeare?

Elegir el título no ha sido difícil, antes al contrario, siempre lo he tenido muy claro, delante de mi desde que leí el siguiente ensayo A Room of One's Own escrito por Virgnia Woolf el 24 de octubre de 1929:

It would have been impossible, completely and entirely, for any woman to have written the plays of Shakespeare in the age of Shakespeare.
Let me imagine, since the facts are so hard to come by, what would have happened had Shakespeare had a wonderfully gifted sister, called Judith, let us say. Shakespeare himself went, very probably - his mother was an heiress - to the grammar school, where he may have learnt Latin - Ovid, Virgin and Horace - and the elements of grammar and logic. He was, it is well known, a wild boy who poached rabbits, perhaps shot a deer, and had, rather sooner than he should have done, to marry a woman in the neighborhood, who bore him a child rather quicker than was right. That escapade sent him to seek his fortune in London. He had, it seemed, a taste for the theatre; he began by holding horses at the stage door. Very soon he got work in the theatre, became a successful actor, and lived at the hub of the universe, meeting everybody, knowing everybody, practicing his art on the boards, exercising his wits in the streets, and even getting access to the palace of the queen.
Meanwhile his extraordinarily gifted sister, let us suppose, remained at home. She was as adventurous, as imaginative, as agog to see the world as he was. But she was not sent to school. She had no chance of learning grammar and logic, let alone of reading Horace and Virgil. She picked up a book now and then, one of her brother's perhaps, and read a few pages. But then her parents came in and told her to mend the stockings or mind the stew and not moon about with books and papers. They would have spoken sharply but kindly, for they were substantial people who knew the conditions of life for a woman and loved their daughter - indeed, more likely than not she was the apple of her father's eye. Perhaps she scribbled some pages up in an apple loft on the sly, but was careful to hide them or set fire to them. Soon, however, before she was out of her teens, she was to be betrothed to the son of a neighboring wool-stapler. She cried out that marriage was hateful to her, and for that she was severely beaten by her father. Then he ceased to scold her. He begged her instead not to hurt him, not to shame him in this matter of her marriage. He would give her a chain of beads or a fine petticoat, he said; and there were tears in his eyes. How could she disobey him? How could she break his heart? The force of her own gift alone drove her to it. She made up a small parcel of her belongings, let herself down by a rope one summer's night and took the road to London. She was not seventeen. The birds that sang in the hedge were not more musical than she was. She had the quickest fancy, a gift like her brother's, for the tune of words. Like him, she had a taste for the theatre. She stood at the stage door; she wanted to act, she said. Men laughed in her face. The manager - a fat, loose-lipped man - guffawed. He bellowed something about poodles dancing and women acting - no woman, he said, could possibly be an actress. He hinted - you can imagine what. She could get no training in her craft. Could she even seek her dinner in a tavern or roam the streets at midnight? Yet her genius was for fiction and lusted to feed abundantly upon the lives of men and women and the study of their ways. At last - for she was very young, oddly like Shakespeare the poet in her face, with the same grey eyes and rounded brows - at last Nick Greene the actor-manager took pity on her; she found herself with child by that gentleman and so - who shall measure the heat and violence of the poet's heart when caught and tangled in a woman's body? - killed herself one winter's night and lies buried at some crossroads where the omnibuses now stop outside the Elephant and Castle.
That, more or less, is how the story would run, I think, if a woman in Shakespeare's day had had Shakespeare's genius.
But for my part, I agree with the deceased bishop, if such he was - it is unthinkable that any woman in Shakespeare's day should have had Shakespeare's genius. For genius like Shakespeare's is not born among labouring, uneducated, servile people. It was not born in England among the Saxons and the Britons. It is not born today among the working classes. How, then, could it have been born among women whose work began, according to Professor Trevelyan, almost before they were out of the nursery, who were forced to it by their parents and held to it by all the power of law and custom? Yet genius of a sort must have existed among women as it must have existed among the working classes. Now and again an Emily Bronte or a Robert Burns blazes out and proves its presence. But certainly it never got itself on to paper. When, however, one reads of a witch being ducked, of a woman possessed by devils, of a wise woman selling herbs, or even of a very remarkable man who had a mother, then I think we are on the track of a lost novelist, a suppressed poet, of some mute and inglorious Jane Austen, some Emily Bronte who dashed her brains out on the moor or mopped and mowed about the highways crazed with the torture that her gift had put her to. Indeed, I would venture to guess that Anon, who wrote so many poems without signing them, was often a woman. It was a woman Edward Fitzgerald, I think, suggested who made the ballads and the folk-songs, crooning them to her children, beguiling her spinning with them, on the length of the winter's night.
This may be true or it may be false - who can say? - but what is true in it, so it seemed to me, reviewing the story of Shakespeare's sister as I had made it, is that any woman born with a great gift in the sixteenth century would certainly have gone crazed, shot herself, or ended her days in some lonely cottage outside the village, half witch, half wizard, feared and mocked at. For it needs little skill in psychology to be sure that a highly gifted girl who had tried to use her gift for poetry would have been so thwarted and hindered by other people, so tortured and pulled asunder by her own contrary instincts, that she must have lost her health and sanity to a certainty. No girl could have walked to London and stood at a stage door and forced her way into the presence of actor-managers without doing herself a violence and suffering an anguish which may have been irrational - for chastity may be a fetish invented by certain societies for unknown reasons - but were none the less inevitable. Chastity has then, it has even now, a religious importance in a woman's life, and has so wrapped itself round with nerves and instincts that to cut it free and bring it to the light of day demands courage of the rarest. To have lived a free life in London in the sixteenth century would have meant for a woman who was a poet and playwright a nervous stress and dilemma which might well have killed her. Had she survived, whatever she had written would have been twisted and deformed, issuing from a strained and morbid imagination. And undoubtedly, I thought, looking at the shelf where there are no plays by women, her work would have gone unsigned. That refuge she would have sought certainly. It was the relic of the sense of chastity that dictated anonymity to women even so late as the nineteenth century. Currer Bell, George Eliot, George Sand, all the victims of inner strife as their writings prove, sought ineffectively to veil themselves by using the name of a man. Thus they did homage to the convention, which if not implanted by the other sex was liberally encouraged by them, that publicity in women is detestable.


Sirva pues este blog como un recuerdo de alguna "hermana de Shakespeare" que no pudo escribir libremente, que no pudo realizarse como persona y que finalmente nadie conoció.